Corrí por las calles apresuradamente.
-¿Qué hago?
"Elizabeth, ¿a dónde demonios pretendes ir?"
Asustada, entré en un bar que parecía estar abarrotado de gente con miradas oscuras sumergidos en una nube de humo. Llegué hasta la barra, cuando una mujer rubia y de voluptousos pechos me miraba con suspicacia.
-¿Qué?
Le gruñí.
-Deme algo. Lo más fuerte que tenga.
"Si Lorensky era policía, o del FBI, o de lo que sea... y están buscando a padre y a Dillinger, no sé qué voy a hacer."
Escondí la cabeza entre las manos, al borde del desmayo.
"He dado el apellido Dillinger, y yo sólo quería huír de ahí"
-Gracias.
Tomé un trago que me ardió la garganta y sentí los ojos llorosos por el ardor.
"-No eres de aquí." La mujer musitó mirándome.
-No, no lo soy. Gracias a dios.
Dejé el trago, y me di la vuelta volviendo a las calles.
-Eres una estúpida Elizabeth... dar ese nombre... ¿Y si...? Debo advertir a padre.
Me metí en una cabina telefónica discando el número rápidamente. Una voz femenina atendió.
-¿Padre?
No. No era él. Era Linda, su amante.
-Díle que soy yo, Elizabeth.
"-Está ocupado"
-Es urgente.
"-¿Tus asuntos amorosos son urgentes, Elizabeth? Siempre tan prepotente, niña, creyendo que sólo importas tú"
Y colgó.
-Maldita estúpida.
Grité al teléfono mientras colgaba. Genial. ¿A dónde voy?